viernes, 28 de diciembre de 2018

Tema 3: La enseñanza-aprendizaje y certificación de lenguas extranjeras por las instituciones internacionales


En el proceso de enseñanza-aprendizaje de una lengua se cuenta con varios agentes implicados, siendo los dos principales el docente y el alumnado. Ya que las autoridades educativas no obligan a especificar el vocabulario o la gramática, sino que concentran las especificaciones de los objetivos, es el docente el encargado de planificar la secuenciación y metodología en la que se van a trasmitir los contenidos, objetivos y competencias. Para ello, y teniendo en cuenta el contexto del alumnado, llevará a cabo su tarea siguiendo bien una metodología única o ecléctica que considere oportunas. De esta manera, el docente no solo diseña las tareas, pruebas y evalúa el progreso del alumnado, sino que también representa un modelo de las prácticas a seguir como futuro individuo que sepa aprender de manera autónoma o enseñar.
En el proceso de enseñanza-aprendizaje de las lenguas extranjeras han existido diversas metodologías a lo largo de la historia, cada una respondiendo a un contexto o manera de pensar diferente. Entre las metodologías más conocidas se hallan la de gramática-traducción, el método natural, el oral y situacional, el audiolingüe, el comunicativo, el TPR, el del silencio y la sugestopedia.
El primero, de gramática-traducción se empleaba originalmente con el latín y el griego, y en el siglo XIX empezó también a utilizarse con las lenguas modernas. En este método, la clase se lleva a cabo en la L1 y se aprende de manera deductiva. Esto significa que se le dan las normas de estructura y una lista de vocabulario del L2 con sus correspondientes en L1, y el alumnado aplica estos contenidos en la traducción de fragmentos de textos, normalmente de tipo literario. Ya que no se practica la competencia oral, el uso de este método implica carencias en la comunicación, lo cual no lo hace idónea para la enseñanza de idiomas según el enfoque comunicativo actual. Este método es de tipo clásico, y frente a él surgen posteriormente diferentes metodologías más basadas en el uso práctico de la lengua.
El método natural, por ejemplo, difiere del de gramática-traducción y se sitúa prácticamente en el otro lado del espectro. Esta metodología aparece en el libro The Natural Approach: Language Acquisition in the Classroom en 1983, desarrollada por Stephen Krashen (lingüista) y Tracy Terrell (profesora de español en California), basadas en la teoría de la adquisición-aprendizaje de una lengua. Según esta teoría, cualquier individuo sería capaz de aprender una lengua extranjera (L2) de manera natural, sin clases formales, como se aprendería el L1, siguiendo una metodología que combina elementos de otras anteriores, para facilitar que el modelo sea el más parecido posible a la vida real. Los recursos empleados son, por ejemplo, la mímica, el contexto, los objetos, videos y otras ayudas visuales, y no simplemente el uso de un libro de texto. Está muy enfocado a la oralidad, centrado en el idioma como herramienta de comunicación y el énfasis, puesto en actividades que tengan un input comprensible situado un nivel por encima del que poseen. El profesorado da guía y se centra en las habilidades comunicativas, no solo en la gramática, y corrige solo aquellos errores que sean necesarios. Los alumnos aprenden utilizando las estrategias de adquisición del L1. Por lo tanto, se puede decir que esta metodología está centrada en el alumnado y no es, pues, magistrocentrista. Como ejemplos de actividades podemos encontrar el hablar en grupo, hablar en parejas sobre una foto, Simón dice, dibujar, llenar huecos en una canción, poner fotos en orden, buscar diferencias, etc. En el siguiente vídeo podréis ver más información sobre este método.
Cabe señalar que el método natural surge, además, en contra del método audiolingüe que se empleaba en Estados Unidos desde los años 60. Este estaba basado en programas para el aprendizaje en el ejército americano, donde primaba aprender a poder comunicarse en otra lengua de manera rápida. El rol del alumnado era pasivo, frente al papel activo del profesor. En este sentido, seguía las líneas de una metodología clásica, pero con la innovación de que se creaban estructuras lingüísticas que servían para expresar ideas. Por ejemplo, se enseñaba “I like dogs”. Posteriormente y tras escuchar la estructura, el alumnado debía repetir hasta memorizarla. Luego se sustituía “dogs” por “cats” para formar “I like cats”, y así de manera sucesiva. El objetivo era principalmente hablar en la lengua extranjera. No obstante, si bien se practicaba la oralidad y la pronunciación, el idioma no estaba contextualizado en ninguna situación y no se solía explicar de manera suficiente el funcionamiento, por lo que no siempre se entendía lo que se decía.
Si bien estos tres modelos no son los únicos presentes a lo largo de la historia, sí representan tres maneras de entender y transmitir un idioma. A partir de los años 80 y 90 se empieza a hablar del enfoque comunicativo y la necesidad de que el idioma tenga un propósito orientado a la interacción y cooperación con otros individuos. Por lo tanto, en el panorama actual se trabaja mediante una metodología en la que se lleven a cabo proyectos en grupos medianos o por parejas, combinando elementos de diferentes métodos y en los que se incentive la competencia del autoaprendizaje en contextos de la vida real.
A lo largo de la historia han existido, pues, diversas metodologías, cada una adaptada a las necesidades o formas de concebir la enseñanza de un idioma en un determinado período. No obstante, si bien hoy en día consideramos algunas de esas metodologías como anticuadas o poco prácticas, no debemos olvidar que quienes las llevaron a cabo en el pasado posiblemente las consideraban las más innovadoras. Cabe preguntarse, entonces, si lo que hoy consideramos lo ideal lo es en realidad, en especial cuando la práctica docente se ve restringida por normativas de centro, padres, peticiones del alumnado y la necesidad de que el material creado sea rentable. Ciertamente, y con independencia de estos factores, las metodologías actuales no serán tan bien vistas dentro de algunas décadas, cuando debamos volver a adaptarnos a los tiempos y a las necesidades del alumnado.

viernes, 21 de diciembre de 2018

Tema 4: Los niveles de referencia de aprendizaje de lenguas y el desarrollo de competencias

Con anterioridad habíamos hablado del Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER), sus características y como su enfoque estaba orientado a la acción. Otro de los elementos característicos presentes en el Marco y, por tanto, en los diversos programas de idiomas, son las competencias.
En docencia ya son conocidas las 7 competencias clave que se deben incluir de manera transversal en la enseñanza, no solo de lenguas, sino también de otros ámbitos, y que parten de un documento de origen europeo. Se trata de una Recomendación realizada en el año 2006, donde se planteaba que la educación tuviera un enfoque orientado al aprendizaje para y durante toda la vida. Por ello, y con el fin de desarrollar la ciudadanía activa de la que tanto hemos hablado, se proponen estas 7 competencias que abarcan diversos campos de la vida.
El Marco especifica una serie de competencias generales, las cuales forman parte del aprendizaje para toda la vida, y otras comunicativas. Estas últimas, ligadas directamente a las lenguas. No obstante, no podríamos desligar unas de otras. Por ejemplo, dos de los elementos de la competencia del conocimiento declarativo (saber) son el conocimiento sociocultural y la consciencia intercultural. Ambas comparten como nexo la percepción y comprensión de los referentes culturales asociados, por ejemplo, a las lenguas. Estos conocimientos son de especial relevancia dado no solo el contexto multicultural y multilingüístico de la Unión Europea, sino también por la relación con otros países no miembros con los que se tiene relación, con el objetivo de luchar contra el racismo y la intolerancia. No obstante, incluso cuando este objetivo es noble, el profesorado puede llegar a caer en estereotipos. Cuando usamos ejemplos o estructuras del tipo “En ese país se dice...”, corremos el riesgo de asumir que una representación pueda convertirse en un estereotipo de una sociedad o cultura concreta.
La escritora Chimamanda Ngozi Adichie señala precisamente esto en The Danger of a Single Story, donde comenta cómo ella misma ha caído en la trampa de asumir estereotipos. Por lo tanto, como educadores, tener en cuenta este aspecto resulta fundamental tanto a la hora de enseñar como de formarse en la docencia. En varias ocasiones se asumen aspectos de otras culturas como realidades. En este caso hablaríamos de aspectos relacionados con la puntualidad, la gastronomía o la propia práctica educativa.
No es inusual encontrar estudios comparativos sobre diferentes modelos y sistemas educativos, tanto a nivel nacional como internacional. Resultados concretos como los informes PISA son un referente a nivel internacional que sirven para ilustrar el nivel de competencia en una serie de habilidades en diferentes países. Al basarse en ello, se realizan asimismo estudios comparativos, con el fin de analizar qué se puede aprender de esos modelos e integrarlos en el propio. No obstante, calificar a un sistema como el mejor sería caer una vez más en un estereotipo. Si bien es cierto que, algunos elementos de, por ejemplo, el sistema finlandés serían interesantes de aplicar en el modelo español, no todos se adecuarían a la sociedad o tendrían el mismo resultado en el alumnado español. Asimismo, la realidad en las aulas es, en varias ocasiones, diferente de lo que se ve “sobre el papel”, aunque esta realidad no siempre puede observarse desde fuera. 
Uno de los elementos singulares de la educación en el sistema finlandés es un curso de cocina, el cual se enseña de manera práctica y mediante el uso de este recetario en los centros.

Por lo tanto, integrar en la ESO cursos para aprender a cocinar sería una manera interesante de poner en práctica el desarrollo de las destrezas de la vida (saber hacer), y sería muy fácil llevarlo a cabo en lenguas extranjeras (dado su carácter transversal), y en especial teniendo en cuenta que el MCER posee un enfoque orientado a la acción. No obstante, entender que todo el sistema educativo finlandés es muy superior a otros, sería, quizás, caer en estereotipos que no contemplan otros aspectos de la realidad social del país.
Las competencias son, pues, fundamentales en el aprendizaje, y trabajar por proyectos es una de las tantas herramientas que se pueden utilizar. Asimismo, los cursos o programas orientados al aprendizaje para la vida real cobran especial relevancia en el desarrollo de las competencias. En este ejemplo, se ha intentado unir el aprendizaje de tipo informático con la mejora de un idioma y se ha procurado que la puesta en práctica de las actividades tenga relación con actividades de la vida real, como sería contactar con un arrendatario en un país extranjero. Asimismo, en este caso se tendrían que poner en marcha las competencias no solo del saber hacer, sino también las del saber, ya que todas las interacciones con otra cultura conllevan, pues, que se tenga en cuenta conocimientos socioculturales y consciencia intercultural entre otros.
Las competencias son, pues, parte integral del aprendizaje para y a lo largo de toda la vida, y su desarrollo compete a las diferentes instituciones y al profesorado, como agente en contacto directo con el alumnado. Cabe destacar, sin embargo, que estas competencias, y en especial aquellas relacionadas con la percepción, comprensión y relación con otros países y culturas merece un cuidado especial con el fin de no caer en estereotipos que comprendan una sola realidad.

miércoles, 19 de diciembre de 2018

El Sistema Educativo de Finlandia

¡Hola!
Aquí os dejo la presentación sobre el sistema educativo de Finlandia




 Enlaces:

Eurydice

Finnish National Agency for Education

Ministry of Education and Culture

Pérez Granados, L. (2014) Análisis de las pruebas de acceso a la formación de docentes en España y Finlandia: conocimientos o competencias. Revista Complutense de Educación. Vol. 26 Nº 3. pp. 591-609. Universidad de Málaga.

PISA

Sahlberg, P. (2015). Finnish Lessons 2.0. What Can the World Learn From Educational Change in Finland. Second Edition. Teachers College Press: Columbia University.

viernes, 14 de diciembre de 2018

Tema 2: El MCER


Uno de los elementos más empleados por las Escuelas Oficiales de Idiomas, es el Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas (MCER). Este documento permite a todo aquel usuario de una o más lenguas conocer su nivel en el idioma escogido. No obstante, tal y como su nombre indica, este marco es referencial y, en especial, tiene una naturaleza autoevaluadora.
Al echar un vistazo a dicho documento, podemos apreciar la manera en la que fue diseñado y cómo organiza estos niveles de adquisición de una lengua.
Los niveles comprenden desde el A (básico), B (intermedio), hasta el C (avanzado). Asimismo, se subdivide en destrezas de lectura, escritura, comprensión e interacción oral. En cada nivel, el usuario debe ser capaz de llevar a cabo ciertas tareas. Esta medición puede llevarla a cabo un docente, así como el propio usuario de la lengua. De hecho, la autoevaluación y el aprendizaje independiente son partes fundamentales del Marco.

La autoevaluación es un tipo de evaluación que cuenta con varios puntos a favor como el conocimiento de uno mismo, la habilidad para detectar objetivamente aquellos aspectos que se pueden mejorar y aquellas habilidades que se poseen y en las que se es experto. Por este motivo, las preguntas del cuestionario se suelen plantear de manera que el “yo” sea el agente que las pueda responder. Utiliza verbos como “comprendo”, “presento” o “me expreso” entre otros, lo que supone que el usuario debe ser capaz de medir su propia capacidad para realizar ciertas tareas. Si bien en principio esta herramienta de medición puede considerarse positiva, una puesta en práctica revela que, en varias ocasiones, el nivel que el MCER indica difiere del que se posee mediante certificaciones o del que se cree que se tiene. En general la aplicación revela un nivel más alto del que en realidad se tiene.

¿Y qué significa esto? Quizás el usuario no sea capaz de medir sus destrezas con objetividad, o quizás, dado el carácter de la propia prueba, estos parámetros fallan en objetividad. Después de todo, se trata de un marco de referencia donde se evita ser dogmático. Los niveles del MCER son, pues, descriptores de habilidad, pero no todos los usuarios realizan exactamente lo mismo. Entonces, ¿para qué sirve el MCER?


Según el propio documento cumple “el objetivo principal del Consejo de Europa según se define en las recomendaciones R (82) 18 y R (98) 6 del Comité de Ministros: «conseguir una mayor unidad entre sus miembros» y aspirar a este objetivo «adoptando una acción común en el ámbito cultural»”. Por lo tanto, busca que todos los miembros de Europa sean capaces de comunicarse los unos con los otros, sin que exista una barrera lingüística o cultural que limite la interacción. Y esta meta es un reflejo del modelo social actual en Europa, en el que se basan los sistemas educativos que buscan que los individuos de una sociedad ejerzan una ciudadanía activa y que colaboren los unos con los otros. El Marco es, pues, un referente en varios niveles.

Cabe señalar que el MCER tiene como objetivo hacer que los profesionales de la enseñanza se planteen preguntas y que los usuarios sean capaces de autoevaluar sus distintas capacidades y destrezas lingüísticas. Por lo tanto, no se trata de un documento que establezca cómo enseñar, sino de una guía o ayuda.
Esta guía se puede aplicar en la creación de cursos de diferente índole, con el fin de diseñar su planificación, selección de contenidos, objetivos y competencias y cómo estas se llevarán a cabo de manera integral. Asimismo, deben fomentar el aprendizaje independiente y considerar más realidades que la puramente lingüística, tales como la social, afectiva, etc.
En una puesta en práctica real, se plantearon diferentes tipos de cursos, uno de ellos orientado a usuarios de más de 50 años, cuyas necesidades tenían que ver con su realidad social (mantener contacto con familiares en otros países, establecer contacto con otras personas de su edad, etc.), al mismo tiempo que se ayudaba a adquirir conocimientos de informática, tales como el manejo de un procesador de textos, el uso de redes sociales o plataformas de videollamada. En el siguiente enlace podréis echar un vistazo al modelo diseñado, donde se incluyen las competencias tanto generales como específicas de las tareas propuestas para este tipo de curso.

Por ejemplo, en el caso de escribir una carta a un arrendatario en el extranjero, se debe tener en cuenta la tipología de texto que se va a emplear (en este caso, una carta), así como las estrategias (planificación de los puntos que debe incluir, aplicación de vocabulario concreto, etc.), el conocimiento sociocultural que se posee del país receptor o la competencia sociolingüística (normas de cortesía) del destinatario. Por lo tanto, este curso incluye una serie de elementos más allá de los puramente lingüísticos; aspectos presentes en el MCER y que se buscan emplear de manera integral en el aprendizaje de idiomas.
Y esto es todo por el momento.
¡Hasta la próxima!