Uno
de los elementos más empleados por las Escuelas Oficiales de
Idiomas, es el Marco Común Europeo de Referencia para las lenguas
(MCER). Este documento permite a todo aquel usuario de una o más
lenguas conocer su nivel en el idioma escogido. No obstante, tal y
como su nombre indica, este marco es referencial y, en especial,
tiene una naturaleza autoevaluadora.
Al
echar un vistazo a dicho documento, podemos apreciar la manera en la
que fue diseñado y cómo organiza estos niveles de adquisición de
una lengua.
Los
niveles comprenden desde el A (básico), B (intermedio), hasta el C
(avanzado). Asimismo, se subdivide en destrezas de lectura,
escritura, comprensión e interacción oral. En cada nivel, el
usuario debe ser capaz de llevar a cabo ciertas tareas. Esta medición
puede llevarla a cabo un docente, así como el propio usuario de la
lengua. De hecho, la autoevaluación y el aprendizaje independiente
son partes fundamentales del Marco.
La
autoevaluación es un tipo de evaluación que cuenta con varios
puntos a favor como el conocimiento de uno mismo, la habilidad para
detectar objetivamente aquellos aspectos que se pueden mejorar y
aquellas habilidades que se poseen y en las que se es experto. Por
este motivo, las preguntas del cuestionario se
suelen plantear de manera que el “yo” sea el agente que las pueda
responder. Utiliza verbos como “comprendo”, “presento” o “me
expreso” entre otros, lo que supone que el usuario debe ser capaz
de medir su propia capacidad para realizar ciertas tareas. Si bien en
principio esta herramienta de medición puede considerarse positiva,
una puesta en práctica revela que, en varias ocasiones, el nivel que
el MCER indica difiere del que se posee mediante certificaciones o
del que se cree que se tiene. En general la aplicación revela un
nivel más alto del que en realidad se tiene.
¿Y
qué significa esto? Quizás el usuario no sea capaz de medir sus
destrezas con objetividad, o quizás, dado el carácter de la propia
prueba, estos parámetros fallan en objetividad. Después de todo, se
trata de un marco de referencia donde
se evita ser dogmático. Los
niveles del MCER son, pues, descriptores de habilidad, pero no todos
los usuarios realizan exactamente lo mismo. Entonces, ¿para
qué sirve el MCER?
Según
el propio documento cumple
“el objetivo principal del Consejo de Europa según se define en
las recomendaciones R (82) 18 y R (98) 6 del Comité de Ministros:
«conseguir una mayor unidad entre sus miembros» y aspirar a este
objetivo «adoptando una acción común en el ámbito cultural»”.
Por lo tanto, busca que todos los miembros de Europa sean capaces de
comunicarse los unos con los otros, sin que exista una barrera
lingüística o cultural que limite la interacción. Y esta meta es
un reflejo del modelo social actual en Europa, en el que se basan los
sistemas educativos que buscan que los individuos de una sociedad
ejerzan una ciudadanía activa y que colaboren los unos con los
otros. El Marco es, pues, un referente en varios niveles.
Cabe
señalar que el MCER tiene como objetivo hacer que los profesionales
de la enseñanza se planteen preguntas y que los usuarios sean
capaces de autoevaluar sus distintas capacidades y destrezas
lingüísticas. Por lo tanto, no se trata de un documento que
establezca cómo enseñar, sino de una guía o ayuda.
Esta
guía se puede aplicar en la creación de cursos de diferente índole,
con el fin de diseñar su planificación, selección de contenidos,
objetivos y competencias y cómo estas se llevarán a cabo de manera
integral. Asimismo, deben fomentar el aprendizaje independiente y
considerar más realidades que la puramente lingüística, tales como
la social, afectiva, etc.
En
una puesta en práctica real, se plantearon diferentes tipos de
cursos, uno de ellos orientado a usuarios de más de 50 años, cuyas
necesidades tenían que ver con su realidad social (mantener contacto
con familiares en otros países, establecer contacto con otras
personas de su edad, etc.), al mismo tiempo que se ayudaba a adquirir
conocimientos de informática, tales como el manejo de un procesador
de textos, el uso de redes sociales o plataformas de videollamada. En
el siguiente enlace podréis
echar un vistazo al modelo diseñado, donde se incluyen las
competencias tanto generales como específicas de las tareas
propuestas para este tipo de curso.
Por
ejemplo, en el caso de escribir una carta a un arrendatario en el
extranjero, se debe tener en cuenta la tipología de texto que se va
a emplear (en este caso, una carta), así como las estrategias
(planificación de los puntos que debe incluir, aplicación de
vocabulario concreto, etc.), el conocimiento sociocultural que se
posee del país receptor o la competencia sociolingüística (normas
de cortesía) del destinatario. Por lo tanto, este curso incluye una
serie de elementos más allá de los puramente lingüísticos;
aspectos presentes en el MCER y que se buscan emplear de manera
integral en el aprendizaje de idiomas.
Y esto es todo por el momento.
¡Hasta la próxima!
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